El Mozartkugel es un bombón típico de toda Austria y especialmente de Salzburgo, la ciudad en la que el maestro pastelero Paul Fürst lo creó en 1890 en honor del compositor Wolfgang Amadeus Mozart, que nació en esa ciudad en 1756 y murió en Viena hace exactamente 222 años.
En el número 13 de la Brodgasse de la ciudad sigue abierta la pastelería Fürst, que continúa la tradición de preparar a mano esas delicias hechas de un corazón de mazapán de pistacho envuelto en una amplia capa de nougat y cubierto de chocolate negro. Para mantener su forma esférica tras amasar el relleno, utilizan un palillo: pinchan la bola, la sumergen en el chocolate fundido y, cuando éste está seco, lo quitan, tapando el agujero con unas gotitas del mismo chocolate. Finalmente envuelven cada dulce, también de manera manual, en una hoja de papel de aluminio con la cara del compositor.
Si no tenéis previsto un viaje a Salzburgo pero queréis probar estos bocados, podéis daros un capricho haciendo un pedido en su web, siempre que no esperéis demasiado, pues en verano no los envían para evitar que lleguen derretidos.
Imagen de cabecera: Casco antiguo de Salzburgo, CC BY-SA Thomas Pintaric.
Cuando hablamos de golfo místico no nos referimos a una misteriosa bahía ni a un truhán que se dedica a la vida espiritual, sino al foso de la orquesta utilizando una expresión de uno de los compositores de ópera más importantes de toda la historia de la música: Richard Wagner.
El músico, del que se celebra este año el bicentenario del nacimiento, definió así el espacio que reservó a los instrumentos en el teatro que hizo construir expresamente para la representación de sus óperas en la ciudad alemana de Bayreuth.
Wagner no fue el primero en poner a la orquesta en un foso, pero sí en esconderla totalmente a la vista del público, no sólo por razones visuales (evitar que los espectadores se distraigan con las luces de los atriles y los gestos del director), sino también y sobre todo acústicas: mientras en todos los demás teatros del mundo el público recibe el sonido de los instrumentos directamente, en el templo de la música wagneriana de Bayreuth la orquesta envía su sonido hacia el escenario. De esta manera el compositor pretendía compensar el equilibrio sonoro entre cantantes e instrumentos.
Este escenario hospeda anualmente el Festival de Bayreuth dedicado al músico alemán, cuya primera edición se celebró en 1876 y del que toma nombre el teatro mismo: Richard-Wagner-Festspielhaus. Si pasáis por esta ciudad bávara podéis improvisar una visita al edificio, pero si lo que queréis es escuchar una de las óperas en la cartelera del festival, ya podéis ir reservando para el 2023, pues la demanda es alrededor de 10 veces superior a la disponibilidad de plazas.
Imagen de cabecera: Bayreuth Festspielhaus, CC Rico Neitzel en Wikimedia Commons.
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